"(...) Parece todo un hombre. Le oigo avanzar por el pasillo y por sus pisadas parece todo un hombre, y desde luego no se arrastra; lleva chapas de hierro en los tacones y los hace rechinar sobre el piso como si fueran herraduras. Lleva pantalones y camisa camperos, tan desteñidos por el sol que han quedado del color de la leche aguada. Tiene la cara y el cuello y los brazos curtidos de tanto trabajar en los campos. Se cubre el pelo con una gorra de motorista que antaño fuera negra y lleva una chaqueta de cuero colgada del brazo, y usa unas botas grises y polvorientas y tan pesadas que podrían partir a un hombre en dos. Aparece en la puerta, se detiene, se mete los pulgares en los bolsillos, y, con las botas muy separadas, se queda allí, de pie, con todas las miradas fijas en él.
-Hola, amigos.
Sobre su cabeza pende de un hilo un murciélago de papel, de esos que se cuelgan la víspera de Todos los Santos; alarga el brazo y le da un golpecito que lo hace girar.
-Bonito día.
Habla como solía hacerlo Papá, con voz fuerte y llena de encono, pero no tiene el mismo aspecto que Papá; papá era de pura raza india —un jefe— y duro y reluciente como la caja de un fusil. Este tipo es pelirrojo con largas patillas rojas y una masa de rizos que asoman bajo su gorra, debería haberse cortado el pelo hace tiempo, y es tan ancho como alto era Papá, tiene una ancha mandíbula y también son anchos sus hombros y su pecho, luce una ancha y blanca sonrisa diabólica, y su dureza no es como la de Papá, resulta duro en el mismo sentido en que es dura una pelota de béisbol bajo el cuero rasposo. Una cicatriz le cruza la nariz y una mejilla, alguien debió darle un buen puñetazo en una riña, y todavía lleva los puntos en la herida. Sigue ahí de pie, esperando, y cuando nadie da señales de querer decirle nada se pone a reír. Nadie sabría decir exactamente por qué se ríe; no ha ocurrido nada divertido. Pero no se ríe de la misma manera que el de Relaciones Públicas, su risa es espontánea y sonora y brota de su ancha boca abierta y se va extendiendo en anillos cada vez más amplios hasta estrellarse contra todas las paredes de la galería. No es como la risa de ese gordo de Relaciones Públicas. Es una risa genuina. De pronto me doy cuenta de que es la primera risa que oigo en muchos años.
Sigue ahí, de pie, nos mira, se balancea sobre sus botas y ríe y ríe. Entrelaza los dedos sobre el vientre, sin sacar los pulgares de los bolsillos. Y puedo ver cuan grandes y rugosas son sus manos. Tenía manchas de carbón bajo las uñas, señal de su antiguo empleo en un garaje; tenía tatuada un ancla encima de los nudillos; en el del medio llevaba una tirita sucia que comenzaba a deshilacharse por los bordes. Los nudillos restantes estaban cubiertos de cortes y de cicatrices, antiguas y recientes. Recuerdo que, de tanto manejar los mangos de madera de hachas y de azadas, tenía la palma lisa y dura como un hueso, no era la mano que uno imaginaba repartiendo cartas. Tenía la palma callosa y las callosidades se habían resquebrajado y las hendiduras estaban llenas de mugre. Todos los de la galería, pacientes, personal y demás, todos, se han quedado anonadados con su presencia y su risa. Nadie hace un gesto para interrumpirle, nadie dice nada. Sigue riendo hasta que no puede más y entra en la sala de estar. Incluso cuando no se ríe, la risa sigue flotando a su alrededor, como flota el sonido de una gran campana que acaba de tañer en aquel momento; la risa está en sus ojos, en su forma de sonreír y de fanfarronear, en su modo de hablar (...)".
En 1960 Ken Kesey, entonces estudiante universitario, se ofreció como voluntario para los experimentos sobre drogas psicodélicas LSD, peyote, mescalina, etc. que los psiquiatras de un hospital californiano ensayaban para futuros usos terapéuticos. De esta experiencia personal nació "Alguien voló sobre el nido del cuco".
Breve sinopsis para el que esté interesado en leerlo
El nido del cuco es un manicomio, en la encrucijada de los caminos, en el nudo gordiano de la civilización. Este manicomio, dirigido por una mujer, Miss Ratched, sádica encarnación del sistema, se halla bajo el imperio de la ley y el orden, mediante el pentotal y electroshock, la lobotomía y la camisa de fuerza. En este mundo manicomio, un Indio, hijo de gran jefe, degradado a la condición de barrendero del hospital sobrevive en una clandestinidad sumisa fingiendo sordera y demencia. De pronto, complicando la situación, surge Mc Murphy, el héroe norteamericano por excelencia, el gran Cowboy rubio de ojos azules, camorrista, jugador de póquer, ex combatiente de Corea, condenado por delitos comunes, y que, para salvarse de la cárcel también simula locura. McMurphy, vital, generoso, amoral y rebelde, librará desde el instante mismo de su llegada una guerra sin cuartel contra
sofffiiiaaaa!!!mi copañero tambien me abandono!!
ResponderExcluirhablamos con diego el lunes y l hacemos juntas??
ahora estoy en olavarria(mi casa)
y vuelvo el lunes super tempranisimo...si te parece nos juntamos...
te paso mi mail...riampitson@gmail.com
saludos!